[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Sólo humo, metal sucio y sangre.Perseo tragó saliva mientras el malestar iba adueñándose de él.El noticiero continuaba dando datos, mientras violentas imágenes desfilaban ante los televidentes.»—Según parece, el enfrentamiento entre bandas se debe a un alijo de droga de gran pureza, del cual se han incautado ya varias porciones.Todas ellas estaban en manos de traficantes del llamado clan Navaja, rival acérrimo de Tony Iron, empresario del ocio y propietario del único local de alterne en el boquete norte.No quiso oír más.Se puso de pie bruscamente y, dejando la lata de Fire Blood, corrió a su cuarto.—¡Eh! ¿Se puede saber qué mosca te ha picado? ¿Adónde coño.?Jack Stone se quedó con la palabra en la boca.—¿Has oído las noticias?Perseo asintió.Se habían encontrado en un apartado café, tranquilo y romántico, frecuentado por los abuelos de la zona.Los clientes pasaban largas horas sorbiendo cafés o cervezas, obnubilados ante el canal teletienda en el televisor, o bien enfrascados en diálogos de sordos, apiñándose en círculo alrededor de alguna mesa.Era el último lugar donde, unos meses antes, se les hubiera ocurrido quedar.Los cafés de jubilados eran lugares por lo general libres de cámaras y de vigilancia policial.Jason estaba inquieto.Dio varias vueltas a su vaso de zumo, cruzando y descruzando los pies bajo la mesita redonda.—¿No temes que puedan descubrirte?Perseo movió la cabeza.—Primero tienen que detenerlos.Conseguir que alguien hable, ¡y no sabes cómo son los Navajas! Prefieren guardar el honor antes que la propia vida.Y, aunque la policía consiguiera sonsacar a alguno de ellos, todavía tendrían que atar cabos.Yo estoy muerto, oficialmente.El principal sospechoso es Maikel, el otro desaparecido.—Pero llegarán a averiguar la verdad —dijo Jason, grave.—Necesitarán un tiempo.—Y.¿qué sucederá cuando acabe ese tiempo?Perseo lo sabía.Y no podía evitar la respuesta.Hacía horas que le martilleaba la mente.—Lo sé bien, Jason.Lo sé.Cuando descarten a Maikel, vendrán a ver a mi viejo.—Y tu viejo.También lo sabía.El hombre que había declarado contra su mujer, ¿iba a encubrir a su hijo?—He estado pensando en ello.De hecho, estoy trazando un plan.Jason levantó la vista hacia él, inquisitivo.Perseo bebió un sorbo de su copa de agua mineral.—Desapareceré durante un tiempo, Jason.Me iré y no le diré nada al viejo.Aún me queda algo de dinero.Conservo mi cuenta bancaria, la del alias.He ganado un poco más estos días, en el mercado de juegos y apuestas de la Red.Alquilaré alguna habitación en un barrio tranquilo donde no me hagan preguntas, cambiaré de alojamiento cuantas veces sea necesario y esperaré a que pase todo para volver.—Es arriesgado.—No más que perderme en un boquete.Perseo sonrió, y Jason sintió un escalofrío.Ya no era una sonrisa predadora.Era la sonrisa del que se cree invulnerable.Más aún, del que ignora el temor.Perseo había cambiado.Antes había sido un muchacho seguro de sí.Ahora era más que eso: alegre y despreocupadamente temerario.Jason se preguntó, una vez más, si la fiebre misticoide no estaría afectando las facultades de su amigo.—Anunciarán tu nombre y publicarán imágenes tuyas.No te será fácil huir, Perseo, y lo sabes.—Siempre me queda una última opción.—¿Cuál? —preguntó Jason, con un hilo de voz.No estaba seguro de querer escuchar la respuesta.—Puedo volver allí.—¿Volver.allí?—Ya conozco el camino.Puedo salir de nuevo.—¡No puedes! Después de todo lo que está pasando.¡Es demasiado peligroso! No, Perseo, no jodas.—Sí puedo, Jason.De hecho, no deseo otra cosa.Hace días que le voy dando vueltas.¿Sabes? Desde que volví, las cosas no son igual.No puedo vivir como antes, cuando no sabía.Noto que me asfixio.Siento que allí he dejado algo, una parte de mí, que me llama una y otra vez.Tengo que regresar.Jason lo miró, el espanto reflejado en la mirada.—Por favor, no vuelvas a decir eso.—Me crees un misticoide.Tú también, ¿verdad? —sonrió con pesar, negando con la cabeza—.Jason, si tan sólo pudieras imaginar.Si sólo pudieras ver un atisbo de lo que hay ahí fuera.Si pudieras sentirlo.Desearías volver como yo.—¿Por qué? ¿Qué hay que te llame tanto? Allí no hay nadie, no estamos nosotros.Sólo tú.Perseo miró a su amigo a los ojos.—Jamás estuve solo, Jason.No, no me mires así.No puedes entenderlo si no has estado allí.En medio de ese mundo hay.hay tanta vida vibrando a tu alrededor, tanta belleza, que nunca te sientes solo.Hay algo.alguien.Una presencia inmensa que te llena, y eso basta.—Piensa en nosotros.En tu viejo.en mí.«Y en Amanda», añadió Perseo para sus adentros.Una punzada de emoción inoportuna le arañó el vientre.—Tienes razón.Erais lo único que echaba en falta.En mi imaginación, me veía hablando con vosotros, ¡tan a menudo! Ah, no sabes cuánto me gustaría que vinierais conmigo.Si pudiéramos organizar una escapada.¿te atreverías?Jason enarcó las cejas.—¿Estás loco? ¡Tendríamos a toda la policía de Ziénaga tras nosotros!Perseo suspiró y bebió otro sorbo de agua.Jason apartó los ojos de él.Transcurrieron unos minutos de silencio mientras la voz jovial de un vendedor de robots limpiahogares resonaba en la sala, escapándose de la enorme pantalla panorámica del televisor.—¿Sabes, Jason? Añoro ese lugar.Añoro la luz, esas noches, plagadas de estrellas, el cielo que cambia de color cada día, el azul.Necesito sentir ese calor sobre la piel, la voz de los árboles, la tierra blanda bajo los pies.Desde que volví apenas duermo.El ruido me aturde y echo de menos aquellos silencios, los sonidos del bosque, el rumor del agua.Bebí de un licor muy fuerte, Jason, y no puedo vivir sin catar otro sorbo.—Perseo, ¡no te vayas! —Jason lo agarró por la muñeca, con energía—.Te lo ruego, piensa un poco.Escucha, tal vez necesites un terapeuta mental, algún tratamiento.Nosotros podemos ayudarte.Yo.yo te podría esconder en mi casa.Diría que eres Don, el primo de.de un amigo, y nadie se molestaría.Podríamos.—No.Es arriesgado para ti y no quiero poneros en peligro.Me iré, y no diré a nadie adónde voy.Así no tendréis que mentir por mí.—¿Cuándo?—No lo sé aún.La policía detendrá a los matones y a los traficantes, los interrogará y hará sus investigaciones.Pueden tardar unos días.Quizá cinco, quizá diez.Tengo que desaparecer antes.Jason asintió, y Perseo vio la angustia en el rostro de su amigo.—Lo siento.—Ha pasado tan poco tiempo, Perseo.Pensábamos que.—El tiempo no existe, Jason.Lance Tysson se impacientaba.Habían pasado doce horas desde que Ron tropezara con aquella inesperada barrera digital en un foro de cazadores de antigüedades.El muchacho había echado mano de todos sus recursos y habilidades, pero en vano [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • lo2chrzanow.htw.pl